COMERCIO Y COMERCIANTES
DEL SIGLO PASADO EN GUALEGUAYCHÚ
Textos de Elsa Beatriz Bachini - "Conferencias"
Ellos empezaron; a ellos Gualeguaychú los recuerda con toda gratitud; pero luego llegaron las otras generaciones a continuar la obra que comenzaba. Criollos, humildes y humildes gringos, que sólo tuvieron la riqueza de su juventud y de su inteligencia; bolsillos vacíos y manos dispuestas al trabajo.
En esta Gualeguaychú en comienzo de desarrollo, ellos fueron el progreso. Algunos han triunfado y sus nombres han perdurado hasta el presente; a muchos en cambio, la lucha les fue adversa y sus nombres ya nadie los recuerda. Pero todos ellos son los que hicieron este pueblo, los que lucharon por civilizarlo y engrandecerlo.
Pequeños comerciantes y artesanos, pequeños y grandes industriales a quienes la fortuna no favoreció, ¿es posible que Gualeguaychú los olvide?
Quiero con este pequeño recuerdo agradecer a todos ellos lo que hicieron por nuestra generación. No pueden quedar definitivamente en el olvido; alguien debe buscar en los viejos recuerdos de Gualeguaychú y darnos sus nombres aunque más no sea. Yo empiezo hoy a recordarlos; que otros continúen, y de esta forma no dirán mañana las generaciones posteriores que los de esta época fuimos ingratos con nuestros antepasados. (Elsa Beatriz Bachini - "Conferencias")
Ubiquémonos en Gualeguaychú más o menos en la década de 1880 a 1890; nuestro pueblo cumplía ya 100 años. Esos pocos ranchos que se construyeron en los solares que repartió don Tomás de Rocamora, se habían transformado, al decir de Fray Mocho, en “un puñadito de casas que parecen que brotara del bañado que las circunda”.
Por esa época, Gualeguaychú contaba con cerca de diez mil habitantes. La inmigración extranjera que aquí se había radicado era muy importante, y el comercio era un reflejo de ello.
A principios de 1874 llega Don Horacio Rébori e instala su “Botica del Indio”, también en calle 24 de Enero (hoy 25 de Mayo), en mitad de cuadra casi enfrente a lo de Fontana (entre las calles España y Alberdi), y desde entonces, tres generaciones de farmacéuticos, abuelo, hijo y nieto han permanecido al frente de la “Botica”, que desde 1888 se encuentra en el mismo lugar, y que es uno de los poquísimos comercios del viejo Gualeguaychú que aún se conservan.
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Para su Botica del Indio, don Horacio Rébori trajo el primer microscopio, y en el laboratorio de la misma se fabricaban espejos, ceras, pólvoras, licores, perfumes, jabones, se hacían análisis de tierras, se asesoraba para el perfeccionamiento de las industrias que se establecían, se pateaba al frío, y se doraban toda clase de objetos, amén de muchas otras cosas que no enumero por su extensión, pero que dan una idea de lo que se hacía en nuestra ciudad en aquella época.
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La figura de un indio en actitud de disparar su flecha, a cuyos pies se lee: “En esta Botica se despacha también de noche”; botica que no puede ser otra que la Del Indio, del señor Rébori.
Lo importante, en definitiva, es conocer los hombres de empresa y los comercios instalados por aquellos años en nuestra ciudad.
No hay nada escrito, pero como lo recordé al principio, el "más popular y el más genuino de nuestros escritores nacionales", nuestro Fray Mocho, nos ha dejado como buen hijo, una joya literaria doblemente valiosa para nosotros; me refiero a su relato "En mi Pueblo".
En una página nos da una idea de lo que era el Gualeguaychú de ese entonces e inclusive, con su gracia profunda, hace el comentario de algunos comercios de aquella época y del espíritu de sus habitantes.
"Parecen serios y graves -dice Fray Mocho-, pero la risa les hace cosquillas y el espíritu bromista que les anima lo encontrará usted traducido en las insignias del comercio que son verdaderas joyas del contrasentido, y en las veletas que coronan las casas, pues hay tantas que constituyen otra peculiaridad, llegando hacer creer que es allí preocupación del público saber todos los días de que lado sopla el viento".
Y sigue Fray Mocho diciendo: Este es el país de los simbolistas y de los contrastes estupendos y cada una de esas figuras de lata que sirven de enseña en un poema humorístico de sabor original.
Sobre una sombrerería hay una gran chancha pintada de azul y debajo, con letras amarillas, dice: "A la cotorra calavera, se planchan sombreros de felpa, y se achican".
En 25 de Mayo y Ayacucho, “La Liguria” el comercio de ramos generales de don Ángel Frávega, fue uno de los principales de aquella época. (Elsa Beatriz Bachini - "Conferencias")
De gran importancia para su época fue también otro comercio, que estaba situado a la cuadra del Hotel del Vapor y cuya dilatada existencia alcanzó hasta hace pocos meses que cerró sus puertas. Me refiero al Hotel Comercio, es decir, al Hotel Argentino, que así se llamó en la época que recordamos, siempre, en la esquina de 25 de Mayo y 3 de Febrero.
En el lugar que hoy ocupa la plaza Santa Teresita (Plaza Belgrano), sobre calle 25 de Mayo estaba “El Tigre” comercio de ramos generales y acopio de frutos de don Ramón Barcia. Llevaba ese nombre por la figura de latón que emergía del techo.
.... La enseña del “Hotel del Vapor”, donde se hospedó Fray Mocho, es un cazador disparando su escopeta y mirado por un perrito rengo y por un puñado de angelitos que salen de entre una bota…
Y finalmente, para rematar este poema comercial humorístico, nos cuenta del letrero de un gran almacén que dice: “El Pobre Diablo”. “Se venden clavos, tachuelas y otros comestibles”.
Este que nos describe el Mocho tan picarescamente, es el Gualeguaychú que recordamos hoy, aquel en el cual el cementerio era tan lindo que parecía un paseo público.
En octubre de 1864 abre sus puertas el almacén de don Eusebio Goldaracena. (Elsa Beatriz Bachini - "Conferencias")
Los señores Domingo, Andrés y Esteban Carabelli transformaron su primitiva tahona en un importante molino que instalaron en calle Roca, Luis N. Palma y Urquiza, ocupando media manzana.
Trabajaba con trigos cosechados en el departamento y había temporadas que funcionaba día y noche.
En este molino que data del año 1860, se construyó el primer pozo semisurgente que existiera en nuestra ciudad, con una profundidad de 55 metros.
El establecimiento molinero llevaba el nombre de “Central” y el fideero “La Esperanza”.
Posteriormente los señores Carabelli se asociaron con don Luis Luciano.
En 25 de Mayo y Ayacucho, “La Liguria” el comercio de ramos generales de don Ángel Frávega, fue uno de los principales de aquella época.
En la esquina de enfrente la ferretería y herrería de los señores José Bertora, Juan Bustelo y Daniel Boggiano, que luego fue de Bértora y Bustelo.
... Ellos fueron la gente de empresa que hicieron que Gualeguaychú diera el gran salto hacia el progreso y se convirtiera en el más importante puerto de cabotaje de la República. (Elsa Beatriz Bachini - "Conferencias")
El dentista Sureau instaló una fábrica de licores y una de vidrio que fabricaba botellas, vasos, copas, etc., que funcionaba en calle San Martín y Lavalle, y posteriormente inició con don Ricardo Ledesma la plantación de árboles en grandes extensiones en la zona del delta de nuestro departamento.
... Ellos fueron la gente de empresa que hicieron que Gualeguaychú diera el gran salto hacia el progreso y se convirtiera en el más importante puerto de cabotaje de la República. (Elsa Beatriz Bachini - "Conferencias")
El dentista Sureau instaló una fábrica de licores y una de vidrio que fabricaba botellas, vasos, copas, etc., que funcionaba en calle San Martín y Lavalle, y posteriormente inició con don Ricardo Ledesma la plantación de árboles en grandes extensiones en la zona del delta de nuestro departamento.
¿Quiénes fueron aquellos hombres que dejaron su Italia, su Francia, su España, su Inglaterra, que dejaron su patria y su hogar para reconstruirlo nuevamente en este Gualeguaychú desconocido, y con su esfuerzo edificarlo y engrandecerlo? (Elsa Beatriz Bachini - "Conferencias")
(De Elsa Beatriz Bachini - "Conferencias") ... Según datos que he podido recoger, Gualeguaychú fue el primer pueblo de Entre Ríos donde se instaló una fotografía.
El fotógrafo fue don Serafín Cantón, un suizo que había venido muy joven, instalándose primeramente en la República Oriental de donde llegó a nuestra ciudad abriendo su taller de fotografía primeramente en calle Urquiza, en las inmediaciones de su intersección con la calle Segui.
Según parece la novedad del arte fotográfico producía muy pingües ganancias, ya que al poco tiempo adquirió la propiedad situada haciendo cruz adonde hoy se encuentra el Sindicato del Frigorífico, calle San Martín y Pellegrini, donde ejerció su profesión por muchos años.
Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos en forma muy rudimentaria se comenzaba a tomar fotografía, y las hermosas muchachas debían estar delante de la máquina durante largo rato, completamente inmóviles, en rigurosa pose.
En calle San Martín y España estaba la Platería de don Juan Podestá y en calle Urquiza, frente a la casa de la familia Morrogh Bernard, abrió su joyería y relojería don Amedeo Cantini.
Del periódico “La Situación” de 1873 tomo el siguiente aviso: “Onzas de Oro Bolivianas, pero que no sean falsificadas se compran en la relojería Cantini” y este otro: “Gran rifa de cédulas en casa de Cantina el relojero el domingo 14. Se rifan alhajas y relojes a un real la cédula.”
“La Botica del Progreso” ofrecía en venta cohetes, bombas, y fuegos artificiales a la San Petesburgo.
En 1877 llegan “Los Tres Pobres”, como ellos mismos se bautizaron; me refiero a Don Salvador, Don Luis y Don Pablo Rossi.
Don Nicolás Mendaro tenía un importante comercio de ramos generales y almacén naval en Alem y Gervasio Méndez.
Se acabaron las veletas y las figuras de latón donde estaban representados desde el diablo hasta los ángeles. Se acabaron los nombres altisonantes y áureos: “La Bola de Oro”; “El Corazón de Oro”; “La Perla de Oro”; “El Ancla Dorada”; “El Gran Napoleón”, “El Cañón”, y se acabaron los avisos en los humildes periódicos locales donde Mondragón, el barbero, anunciaba las liquidaciones de sanguijuelas garantidas y “La Botica del Progreso” ofrecía en venta cohetes, bombas, y fuegos artificiales a la San Petesburgo.
¿Se habrá acabado también, con ellos, el espíritu asombrosamente jovial de aquel Gualeguaychú?